A Amy le regaló su madre, en su décimo aniversario, un camafeo con la imagen de ambas. Era su más preciada posesión.
Y ella misma lo apretaba, ahora, fuertemente, encima de su pecho. La acababan de herir en una pelea, defendiendo su hogar, y le comenzaba a faltar el aire. Solo quedaba un contrincante más, una vieja conocida de una banda rival, que le lanzó una mirada malévola.
-Seguro que tu madre debe de estar orgullosa de ti.
-Y tu eres tan zorra que no lo podrá estar nunca.
Amy sucumbió a la provocación, con su katana en lo alto, aullando. Amy olvidaba, pero sus recuerdos, en el fondo, seguían latiendo.
(en fin, no os metáis con la madre de Amy)
Te sigo, me llego esta entrada, de verdad que me encanta.
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