domingo, septiembre 25

eterna.

Bianca comía un gelato de menta debajo de su árbol favorito. Se había acercado a la orilla del Tíber, como cada anochecer de verano.
Ella había caminado por la ciudad con plena libertad desde que sus piernas la obedecían. Su tía nunca le había puesto ningún impedimento en moverse allá donde quisiera. Siempre y cuando no saliera del límite.

Pero ella sabía que Roma jamás se le terminaría. No se puede llamar a un ciudad Eterna en vano.

(instituto es igual a estrés, estrés everywhere)

6 comentarios:

  1. Yo creo que allí siempre se descubre algo nuevo, ya sea gente, comida, lugares...

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  2. Gelatos en invierno...y encima de menta?! :)

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  3. que texto mas bonito. roma es de esas ciudades que son infinitas por donde las mires.

    waffles con canela

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  4. Precioso el blog, el paisaje y, sobre todo, la reflexión.
    Te sigo, un abrazo

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