lunes, abril 30

Una copa.

Una copa.
Para Adele era la primera vez que tomaba alcohol en serio. Sus dedos enguantados recorrieron el borde la copa decorada, como si lo acariciara. Gran parte de los jóvenes de la sala, todos ellos aislados, fumando puros, se giraron para mirarla. Con un simple movimiento incorrecto durante el baile, ella podía provocar un escándalo entre las encorsetadas miradas de las mujeres entre las que se movía.

Ella, sin embargo, prefería deslizarse y alejarse de ella. Con un largo suspiro, abandono la sala, saliendo por una puertecilla que daba a uno de los balcones del palacete. Su suspiro largo, y el sonido de la copa al romperse cuando la tiró a los jardines que había debajo de ella quedó amortiguado por el sonido de un bateau que cruzaba el Sena. París la estaba asfixiando, y la ginebra con vainilla que acababa de tomar no ayudaba a tranquilizarla. Apretó fuerte el borde del balcón. ¿Tirarse? No se haría nada de daño, la altura podía romper copas, pero no todo su cuerpo. ¿Chillar? Escándalo. ¿Aflojar el corsé que la apretaba? Exacto.

Se deslizó hacía el extremo del balcón, lejos de la luz de la sala y el remor de las voces que hablan de todo y de nada. Deslizó el dedo por su vestido de color praliné, levantando un trozo de tela. Su modista era muy comprensiva, y ese hueco le daba acceso a su corsé, y puso sus dedos enroscandolos alrededor del cordón más cercano. El aire entró en sus pulmones con más fuerza al tirar de este, y suspiró de nuevo, mirando el cielo. Su suspiro retumbó, y giró su mirada a su derecha, a la puerta acristalada que estaba a su lado.

Ambas cubrieron al mismo tiempo su boca para reprimir un grito de asombro, pero su silencioso reflejo no se asemejaba nada a ella, con su pelo rojo llameante y su vestido cubierto de florecitas, que dejaba sus rodillas al aire. Se desvaneció, dejándola sola de nuevo. Tenía en su mano un instrumento sin botones, brillante, que parpadeaba, y sus uñas eran del color del verde la hierba, a combinación con sus ojos.

¿Quien era ella? ¿Quien demonios era ella? Por aquel entonces, solo pudo echarle la culpa a la ginebra.

3 comentarios:

  1. Vaya, me ha dejado con las ganas de saber quién era esa muchachita de cabellos rojos y uñas verdes :D Me ha encantado el relato. Sigue así!

    Saludiness!

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  2. Quizás pronto descubra no fue un simple esmejismo provocado por la ginebra..!
    Un beso enorme :)

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  3. Mientras este sea un relato con continuación, estoy de acuerdo con ese final. Si no, muere.
    Ahora en serio. Me ha gustado mucho. Exceptuando alguna falta más bien ortográfica y/o gramatical, tu prosa impoluta se despliega con encanto, encajándote como un guante al describir al breve personaje de Adele pues rezumas romanticismo clásico. Quizás me han chirriado algunas frases, pero en general la esencia antigua del relato llega perfectamente al corazón del lector y me ha parecido que narrabas muy bien el 'agobio' de la 'protagonista'.
    Besos,
    Sawako :3

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